domingo, 19 de noviembre de 2017

AHORA TOCA UN RELATO

MESA REDONDA

 

Deja que tu imaginación te lleve a una sala, en cuya estancia podemos encontrar una mesa redonda junto a la ventana que ilumina la habitación. En la pared de  la derecha, se halla un mueble, sobre el cual, se ve un televisor apagado. En la pared de  la izquierda se encuentra una chimenea encendida que calienta el hogar. Sus llamas  parecen jugar entre sí, disputándose el pico más alto. Frente al fuego, un confortable sofá te invita a reposar mientras sigues con la mirada el juego de la lumbre.

Es un día de invierno, en la calle llueve suavemente sin cesar. En los cristales van quedando marcados los surcos que forman los finos chorritos de agua.

Dos parejas de entre treinta y cinco y cuarenta años están sentadas a la mesa, saboreando el humeante café recién salido de la cafetera.  Sobre la mesa, junto a las tazas, tres móviles esperan a ser encendidos. Los hombres hablan entre sí e igualmente las mujeres.

 

El móvil de una de ellas avisa de que ha llegado un whatsapp. Lo coge y lo abre. La otra mujer también coge su móvil y lo abre. Los hombres siguen hablando, pero por poco tiempo, ya que uno de ellos imita a las mujeres. El otro hombre coge el periódico y ojea los titulares. Lo deja otra vez en su lugar. Echa la espalda hacia atrás hasta apoyarse en el respaldo de la silla. Mira hacia la calle y por unos instantes contempla la lluvia. Después, observa a sus acompañantes de mesa lo entusiasmados que están con lo que muestra la pequeña pantalla. Hace algunas preguntas escuetas, a las que contestan con monosílabos. El hombre empieza a bostezar, el silencio reinante le produce aburrimiento y le dan ganas de estirarse en el sofá y dormir, pero le parece una falta de respeto abandonar la reunión. No, su educación no le permite hacer algo así. Aunque… Lo que hacían sus compañeros no era mejor. Es cierto que estaban físicamente, pero lo habían abandonado mentalmente. Cada cual con su móvil. De pronto pegó un puñetazo en la mesa que hizo bailar las tazas vacías, de cuyo estremecimiento, las tres personas conectadas dejaron caer los aparatos. Sorprendidas se miraron entre sí. No comprendían el por qué de su actitud.

 

Hombre llamado Daniel: Nos hemos reunido hoy porque hacía mucho tiempo que no nos veíamos, y claro, parece ser que ya nos hemos visto. Salta a la vista que estamos bien, de eso no hay duda, ¿pero no tenéis nada de que hablar? Si es así, será mejor que cada uno se valla a su casa…

Hombre llamado Javier: ¿Nos estás echando de tu casa?

Daniel: No, no es eso. Quiero tener una reunión de personas y no de móviles. De personas que hace tiempo que no nos vemos y con las que siempre me he sentido bien, a gusto y me he divertido.

Silvia: Perdona, Dani, no era mi intención, pero…

Mari: Bueno, es que la gente te escribe, te manda cosa y si no contestas parece que no está bien.

Daniel: Ah, parece que no está bien, ¿y tú ves bien esto? Yo también tengo móvil. Lo tengo ahí, encima del  mueble. Si me llaman contesto, pero no me pongo a chatear con nadie, y menos en una reunión de amigos. Así que dejáis los móviles o la reunión se ha acabado, así de claro.

Javier: Tienes razón, yo soy el primero que no lo he tenido en cuenta.

Daniel: ¿No os dais cuenta el poder que tienen estos aparatos sobre la sociedad? Nos están apartando de los amigos, incluso de la familia. Con lo bonito que es reunirte en cualquier lugar, charlar, echarte una partida de cartas o de dominó, en un día como hoy.

Silvia: Tienes toda la razón. Por mí está hecho. Me guardo el teléfono y jugamos, si es que los demás quieren.

Mari: Yo también lo guardo y hago lo que queráis.

Javier: Venga, vamos con esa partida.

 

Daniel retira las tazas y saca el dominó. Comienza la partida y con ella, la tertulia.

 

Daniel: ¿quién tiene el seis doble?

Silvia: Yo.

Daniel: Pues abre el juego.

 

Mientras juegan, hablan, explican chistes y ríen. El ambiente de la sala se ha vuelto cálido y acogedor.

 

Acaba la partida, esta la ha ganado Silvia. El resultado le ha hecho efecto. Ríe y grita de júbilo.

Daniel saca cuatro copas y una botella de licor. Sirve a sus invitados y brinda con ellos.

 

Daniel: Por nosotros, para que esta reunión se repita más a menudo. (Chin, chin.)

Entre bromas y risas se acaban las copas. Daniel las vuelve a llenar. Silvia no está acostumbrada a beber alcohol y se ha puesto colorada. No para de reír, todo le hace gracia, sobre todo lo que dice Daniel.

Todo le da vueltas. Se levanta de la silla para ir al lavabo, aunque no sabe si va a llegar a tiempo.

A su regreso, los ocupantes de la mesa se la quedan mirando. El color de su cara, ahora es blanquecino.

Mari: ¿Te encuentras bien, Silvia?

Silvia: Sí, un poco mejor, gracias.

Daniel: ¿Estás mala?

Silvia: No… Bueno, no sé lo que tengo.

Javier: Eso es el licor que nos ha servido Daniel, que Dios sabe lo que será. Lo mismo es matarratas, jajaja.

Daniel: No, hijo, no. Yo no tengo esas cosas en mi casa. Lo que aquí hay son licores de calidad. Eso es que no está acostumbrada a beber.

Silvia: No, no es eso. Es que tengo el estómago un poco raro… Parece que tengo algo ahí dentro que revoletea… que me produce cosquilleo.

Mari: ¿No tendrás mariposas?

 

Daniel: ¿Mariposas?

Javier: Cómo es eso, Silvia, ¿te has tragado una mariposa?

Silvia: (enrojecida) ¡Pero qué tonterías estáis diciendo!

Mari: No son tonterías. Tú estás enamorada, no hay más que mirarte para verlo.

Javier: Enamorada, ¿de quién? ¿Has vuelto otra vez con ese chiflado?

Silvia: Que no, hombre, que no. Mari está borracha… ¡A ella sí que le ha hecho efecto el alcohol!

Daniel: (sonríe y mira fijamente a Silvia. Esta esconde la mirada) ¿Pero es verdad o no es verdad que tienes mariposas en el estómago?

Silvia: Yo no sé lo que es eso.

Mari: Acabas de decir que tienes algo que te hace cosquillas. Si eso no son mariposas, ya me dirás lo que es.

Daniel: Eso también me pasa a mí desde hace mucho tiempo, incluso cuando Silvia tenía pareja. Cada vez que la veía, se me ponía el estómago revuelto.

 

(Javier y Mari ríen fuerte. Silvia no se atreve a levantar la mirada, que la tiene fija en la copa.)

Daniel: (pone su mano sobre la de Silvia) Tranquila, no pasa nada.

Javier: (mira a su pareja con complicidad) Mari, ¿nos vamos nosotros? Tengo algo que hacer preciso. Gracias, Daniel. Silvia, a ver si salen esas mariposas y te dejan en paz, jejeje.

Mari: Adiós, pareja. Me alegro de haber desvelado lo que estaba a la vista y que ninguno se atrevía a dar el primer paso. ¡Mucha suerte a los dos!

 

Piedad Martos

 

5 comentarios:

Piedad dijo...

Bueno, pues entre sentimientos y fantasías ahora toca un relato... Un relato cuyo argumento es el pan de cada día.
ay que ver cómo está todo... ahora, lo más importante es el móvil... Ya no podemos pasar sin él y pensar que hace unas cuantas décadas no teníamos ni fijo... entonces era el cartero el que nos traía noticias de la familia y amigos... ahora todo son chorradas que si lo renvías tendrás buena suerte, si no, tendrás mala suerte. Yo estoy esperando ese milagro cada día, jajaja. claro, que como rompo la cadena pues nunca me llega.

Lo que sí espero son vuestros comentarios, que eso sí que me llena de ilusión y agradezco de todo corazón.

Os dejo un fuerte abrazo y mi gratitud.

CHARO dijo...

Un relato muy actual, has descrito perfectmente lo que vemos diariamente y que de verdad da mucha pena esa dependencia que se tiene hacia los móviles.Tengo debajo de casa el parque del Ayuntamiento y se suelen reunir cuadrillas de adolescentes donde cada uno está tan pendiente de su móvil que ignora al resto de amigos,me produce mucha tristeza esta escena que contemplo con frecuencia y siemre me pregunto que clase de amigos son para en vez de hablarse entre ellos, reirse, contarse sus cosas etc. se la pasan pendientes del móvil ignorándose todos.Besicos

Conchi dijo...

Estoy de total acuerdo contigo, los móviles están sustituyendo las amenas charlas y no me extraña la reacción de de Daniel. Un buen relato Piedad.

Besos.

Anónimo dijo...

Describes en la primera parte antes del puñetazo en la mesa, la tradicionnal forma moderna de comunicarse aunque estén sentados hombro con hombro.
Sabes Piedad, más de una vez habría que un puñetazo al móvil y no perder lo hermoso de hablar, escuchar el susurro de la voz humana, que de seguir así, llegará un día que no tendremos voz ni voto.
Un abrazo y gracias por este ameno e instructivo relato.
Ambar

Kasioles dijo...

Aunque tengo móvil, es como si no lo tuviera, nunca lo llevo en el bolso y casi siempre lo tengo apagado, sin batería.
Reconozco que puedo ser un caso raro, mis hijos me riñen, pero me siento libre sin él, siempre ha de sonar en el momento menos oportuno.
La juventud está perdiendo el buen hábito de comunicarse a través de la palabra, absorbidos por los dichosos teléfonos, desfiguran el vocabulario, lo minimizan y luego sólo saben decir monosílabos.
Espero y deseo que Daniel y Silvia se comuniquen, dialoguen y exterioricen sus sentimientos.
Me has hecho pasar un rato muy entretenido leyéndote.
Cariños.
kasioles